Estamos tremendamente ilusionados con el lanzamiento de Guía para negociar con ánimo de lucro. No podemos ocultarlo. Los ejemplares que salen de la imprenta ofrecen una impresión magnífica, alineados como soldaditos de papel que desfilan al combate. Al tacto, resultan muy agradables, casi sensuales. El ruido que hacen las hojas al pasarlas rápidamente es la música de las esferas. Hasta el olor, a tinta y papel, es placentero. De hecho, este olor nos resulta adictivo. Claro que eso es fácil en personas como nosotros, tan proclives a todo tipo de adicciones.
Seremos unos perturbados, pero los libros nos parecen muy sexys.

¿Por qué, entonces, este iba a ser el último que publiquemos?

El título de este post no enuncia un deseo sino, en todo caso, una posibilidad. Desde hace años, como expresó Nicholas Negroponte, se libra una guerra entre átomos y bits. Y, al parecer, van a ganar los bits. Por ejemplo, hoy se hace y se escucha más música que nunca en la historia. Pero se venden (relativamente) pocos discos. La música llega a sus millones de consumidores en forma de bits y los fabricantes de átomos pasan por una mala racha. Los paladines de los átomos, como Ramoncín, luchan ferozmente (a lo mejor, con una ferocidad excesiva). Pero creemos que no tienen nada que hacer. Los bits ya han vencido en esta batalla.

¿Ocurrirá lo mismo con los libros?

A fin de cuentas, un libro, como un disco, es simplemente un soporte físico (átomos) utilizado para transmitir información (bits). Y resulta que los átomos son caros. Su fabricación, almacenamiento y, sobre todo, su distribución, cuestan mucho dinero (decídnoslo a nosotros). Comparativamente, los bits son mucho más competitivos. Dónde va a parar.

¿Pero son sexys los bits? Pues sí. O, al menos, algunos de los artefactos utilizados para acceder a ellos. Como, por ejemplo, el dispositivo conocido como iPod. Tan sexy que contribuyó decisivamente a la victoria de los bits en el campo de batalla musical.

Al parecer, el equivalente al iPod en el mundo editorial ya está en camino. Hay varios candidatos, pero Kindle2, de Amazon, parece por ahora el mejor colocado. Según Jeff Bezos, presidente de Amazon, pronto se podrán leer a través de este aparato “todos los libros que existen, en todas las lenguas”. Puede parecer que esta es una opinión interesada (de hecho, lo es) pero resulta que lo mismo opinaron los profesionales del mundo editorial reunidos en la última Feria del Libro de Frankfurt. Según ellos, para el 2018, el volumen de negocio del libro electrónico habrá superado al de nuestro viejo amante, el libro en papel. Los hijos de Gutenberg pronostican su propia derrota. Nos dan ganas de llorar, pero así son las cosas.

Esta versión de Kindle2 ya permite hacer subrayados y anotaciones. Tiene una autonomía de cuatro días de lectura ininterrumpida y banda ancha móvil para descargar libros desde cualquier parte. Y ahora, como lectores, tratad de imaginar las posibilidades futuras de este artilugio: enlaces a fuentes externas para ampliar información o bien, consultar directamente la bibliografía. Posibilidad de comunicación en tiempo real con otros lectores e, incluso, con los propios autores de los libros. Comprar y descargar inmediatamente más libros de ese autor que acabamos de descubrir y nos ha fascinado, sin esperas. Por no hablar del espacio (y el peso) que nos ahorraremos en el equipaje de nuestras vacaciones. Ufff.

Y otra cosa no será, pero sexy es un rato.

Ya estamos trabajando en nuestro próximo libro. Probablemente, haremos versiones en papel y electrónica (átomos y bits). Así que, a fin de cuentas, lo más seguro es que Guía para negociar con ánimo de lucro no sea nuestro último libro en papel. Pero… ¿la edición en papel estará catalogada como “especial para nostálgicos”? Mientras tanto, vamos a oler un rato algunos libros, a ver si el colocón de la tinta nos levanta el espíritu. Y que Gutenberg nos asista.

Que sigáis bien.

ESC